MUSEO RAMÓN GAYA. AYUNTAMIENTO DE MURCIA

Exposiciones Temporales

RAMÓN GAYA EN LA COLECCIÓN RAIMUNDO GONZÁLEZ FRUTOS

SALA TEMPORAL

 

Raimundo González Frutos fue fundador y jefe de cocina del mítico Rincón de Pepe, un local que situó a Murcia en el mapa de la gastronomía nacional e internacional.
Nació Raimundo en la Vereda de Solís hace ya 98 años. De una taberna de vino pasó al conocido restaurante que llegó a tener una estrella Michelín y posteriormente fue también alojamiento.
Raimundo recorrió la Región de Murcia buscando por cada pueblo o aldea a «esa mujer de cada sitio que lo mismo atiende a un parto que te hace una tarta o un guiso, desde gallina en pepitoria a perdices con habichuelas. Luego yo adaptaba esa receta y la hacía a mi gusto. Mi mujer, cuando al acostarme me quedaba mirando al infinito, decía ‘mañana plato nuevo’». Su mujer, Encarna Molina, es otra pieza decisiva en esta historia.
Dieron de comer a personalidades nacionales e internacionales, como a Orson Welles «que siempre pedía paletilla de cordero lechal asado a la murciana, se comía dos y de postre decía que le pusiese otra», en palabras del propio Raimundo.
Entre otros destacados clientes habituales estaba Ramón Gaya. Siempre que el pintor volvía a Murcia se alojaba en el Rincón de Pepe. Allí tenía una habitación reservada para él: habitación número 112. Una estancia en la que nunca faltaban flores frescas. Todo el personal del Rincón de Pepe trataba a Gaya y a su mujer, Isabel Verdejo, de manera exquisita. Incluso en la carta del restaurante había un plato denominado «Peras Ramón Gaya», confeccionado por el propio Raimundo.
El pintor correspondió a tanta generosidad con su obra. Era una especie de trueque.
El Museo Ramón Gaya reúne por primera vez esas pinturas regaladas, un total de 22 obras de una calidad indiscutible, nueve de ellas inéditas. Así como una pieza que Ramón Gaya hizo ex profeso en 1977 para el restaurante: una cubierta ovalada de un tonel donde pintó una de sus características composiciones.
La historia de Raimundo González y Ramón Gaya es la historia de una sólida amistad, donde hubo respeto y admiración mutua. Fruto de esa amistad es la exposición que presentamos en el Museo Ramón Gaya.

 

 

RAMÓN GAYA MEDITERRÁNEO

SALA MARÍA ZAMBRANO

«Hay cultura, si forzamos mucho las cosas, del Mediterráneo, pero tampoco se puede decir así, porque el Mediterráneo no es cultura por él mismo, sino por lo que llega de Oriente. El Mediterráneo es como un embalse de cultura, de cultura oriental –no hay otra– que embalsada allí, recostada allí, afincada allí, florece, fructifica, se animaliza, se hace hombre, se encarna de nuevo en hombre y... decae, se pudre».
Ramón Gaya
Los ojos de Ramón Gaya estaban «acostumbrados a ese esplendor siempre reciente, actual, plebeyo, de lo mediterráneo». Nació el pintor y escritor en Murcia, en una provincia cercada por las aguas del  ‘mar en medio de las tierras’ (Mar Medi Terraneum).
Ramón Gaya se perdió en la belleza del Mediterráneo tras la muerte de su madre, en septiembre de 1928. Recaló en Altea para pintar y poner en orden sus ideas. Venía el joven pintor de París, de ver las vanguardias que tanto le desilusionaron de cerca. Quería «salir de esa maniática modernidad en la que había estado incrustado ingenuamente, y de alcanzar una actualidad más fija, sin estilo exterior moderno». Frente a la inagotable realidad del mar decide que su nueva pintura debe estar viva y su arte «tenía que ser algo directo, es decir, tenía que ser una metáfora de la realidad, una metáfora viva de la realidad», nos dirá el propio Gaya. Será por tanto su periodo en Altea un punto de inflexión en la carrera del pintor donde vuelve a la realidad de manera directa y abandona definitivamente sus coqueteos con las vanguardias.
La exposición ‘MEDITERRÁNEO’ reúne algunas acuarelas con el mar de fondo, con el sol y el aire mediterráneo. Una muestra con sabor a salitre que está dividida en dos partes: Altea o el tiempo de las Misiones Pedagógicas, cuando Gaya viajaba por toda España acompañando al Museo Ambulante. La segunda parte pertenece al pintor adulto que rememora con nostalgia ese recuerdo de Altea, en una regresión al pasado, a ese momento crucial de su vida.
Seis obras son inéditas y sólo ahora se han podido ver reunidas.
Acompañan a las obras de la exposición un conjunto de fotos hechas por Juan Guerrero, una de las grandes figuras y mecenas de la Generación del 27 que dio testimonio de aquel tiempo luminoso y que tan importante fue para la cultura de Murcia y para situar a la Región en el epicentro del país. 

 

RAMÓN GAYA

EDUARDO ROSALES, EL ÚLTIMO GRAN PINTOR

TERCERA PLANTA

 

Dentro del que hemos denominado ‘Año Rosales (150 aniversario de su muerte)’ se han organizado diferentes actividades en Las Claras de la Fundación Cajamurcia, El Museo de Bellas Artes de Murcia y el Museo Ramón Gaya. Charlas, proyecciones y exposiciones se dan en estas tres sedes cuya idea principal es -y con el pretexto de esta efeméride- celebrar a uno de las grandes innovadores de la pintura, como es el caso de Eduardo Rosales.
En el Museo Ramón Gaya presentamos ‘Ramón Gaya. Eduardo Rosales, el último gran pintor’, una exposición en la que reunimos algunos de los muchos homenajes que hizo el pintor murciano al pintor madrileño.
De sobra es sabida la admiración de Ramón Gaya por Eduardo Rosales, algo apreciable tanto en sus pinturas como en sus escritos.
Veremos aparecer en los ‘homenajes’ de Gaya estampas con algunos cuadros de Rosales. Homenajes que nacieron en el exilio México, cuando Gaya estaba alejado de la pintura que le interesaba. Allí empezó a rodearse de libros y de reproducciones de pintores que colocaba en la pared o junto a una copa (a veces con flores) u objetos populares. Era su manera de comunicarse con los maestros de antaño.
Es habitual encontrar en los cuadros de Gaya la reproducción del que sería: «el… mejor, el más pleno, el más consistente, el más radiante, el más hermoso cuadro de toda la pintura moderna: su gran ¡Desnudo de mujer! ¡Y aquí sí que puede hablarse de modernidad, de una modernidad profunda, que emerge de lo profundo! Su luz misma es ya una luz… moderna –no precursora de esa otra luz tan falsa, tan voluntaria, tan opaca, tan pastosa, tan fangosa, que muy poco después nos traería el “impresionismo”, sino una luz, diríase, de ahora, presente, de la naturaleza presente», nos dirá el pintor murciano.
Y es que para Ramón Gaya, Rosales era «el último gran pintor de envergadura antigua, de una envergadura que ha desaparecido, porque ahora somos anémicos, somos míseros; la pintura española de envergadura termina en Rosales».
En esta exposición veremos también -por mediación de Gaya- la etapa de Eduardo Rosales en Murcia, cuando representó nuestro paisaje y nuestra gente (sus famosos huertanos).
La exposición se inaugura el 29 de noviembre de 2023 en la tercera planta de la Casa Palarea.

  

ROSALES - GAYA

EL BRAZO DE LA PINTURA

TERCERA PLANTA

 

El Museo Ramón Gaya inaugura una exposición en donde veremos un diálogo entre Ramón Gaya y Eduardo Rosales.
La exposición forma parte del 'Año Rosales' (celebración por el 150 aniversario de su muerte) y en la que se han organizado actividades conjuntas entre el Museo de Bellas Artes de Murcia, la Fundación Cajamurcia y el Museo Ramón Gaya.
'El brazo de la Pintura' es una de las dos exposiciones que hemos preparado en el Museo Ramón Gaya sobre Eduardo Rosales. En ella encontraremos una obra de Ramón Gaya junto a un delicadísimo dibujo de Eduardo Rosales: un boceto para el mítico cuadro 'Muerte de Lucrecia' que está en el Museo del Prado y que supuso una verdadera revolución en su momento por la desconcertante modernidad de su técnica.
Ramón Gaya -que consideraba a Eduardo Rosales como el último gran pintor de envergadura antigua- escribió sobre el cuadro del pintor madrileño:
<<Rosales pertenece aún a esa casta mayor, es cierto que no puede con ella, pues su casta es antigua, sí, pero él, Rosales, es ya un moderno, sus fuerzas son modernas, pequeñas, pero luchará con tanta bravura que ha de lograr pintar un cuadro que lo emparenta con Tintoretto: 'La muerte de Lucrecia'. En ese cuadro entrecortado hay, como se sabe –por lo menos como sabe muy bien J. R.–, un brazo caído, moribundo, que me parece lleno de significación; es un brazo cargado ya de muerte y sensual todavía, opulento, lívido, que se rinde, que entrega el alma; nunca me pareció, sin embargo, que perteneciese por entero a la figura de Lucrecia, sino que se trataba más bien del brazo mismo de la Pintura; una pintura que, malherida por el siglo XIX, no tenía más remedio que abdicar, y que abdicaba, eso sí, con gloria, en una especie de agonía triunfante>>.
Los homenajes a otros pintores son una constante en Ramón Gaya. Nacieron en México, cuando el pintor se sentía alejado de los maestros de antaño. Esa ausencia de pintura le hizo llenar su estudio de reproducciones y sintió entonces la necesidad de hacer homenajes a esas grandes figuras. «No podemos dar un paso verdadero, sin contar con todo eso, que no es el pasado sino el presente, porque son cosas vivas», nos dirá el pintor.
Esta nueva exposición se incluye dentro del ciclo expositivo 'DE PINTOR A PINTOR' y se podrá ver en la Sala de columnas a partir del 29 de noviembre.
Desde el Museo Ramón Gaya queremos agradecer la colaboración del Museo de Bellas Artes de Murcia, la Fundación Cajamurcia y a la familia López Delgado.

CENTENARIO VICTORIA DE LOS ÁNGELES

SEGUNDA PLANTA

 

100 AÑOS DE VICTORIA DE LOS ÁNGELES
Victoria de los Ángeles es una de las grandes leyendas líricas de la historia en términos absolutos. Una de las voces más aclamadas e inolvidables. Pero para su gran amigo, Ramón Gaya, Victoria de los Ángeles no era solamente una gran cantante <<sino un gran espíritu>>. Se conocieron en Roma, en el Gran Hotel. Los presentó el compositor Salvador Moreno. Victoria llevaba en su repertorio el soneto de Ramón Gaya ‘Al silencio’, musicado por Salvador Moreno.
El pintor, que definía a su amiga con muchísima gracia: <<Qué mujer... te dice hola, y eso es música>>, escribió en 1985:
«[…] La relación, la comunicación de Victoria de los Ángeles con la música no es sólo una relación de intérprete, de gran intérprete, sino de... creador, y no porque altere la escritura de Haendel, Mozart, Schubert, Massenet, Debussy, sustituyéndola con una invención propia, sino porque, antes de tropezarse con la escritura de éstos, parece como si se hubiese tropezado ya con ellos en... la música, en la concavidad de la música, en donde habita la pura y sola música –pues no hay más que una–; se encuentra con ellos, diríamos, allí, y ya con ellos, con cada uno de ellos, y junto con la música que ha ido, como ellos, a recoger en la fuente misma, primordial, de la música, puede venir hasta nosotros para darnos, no una versión –no una interpretación– de tal lied de Schubert o del Porgi amor de Mozart, sino algo, diríase, como una... totalidad.
La mejor crítica especializada –la mejor posible, pero siempre, claro, como es su costumbre, sin espíritu– ha podido, con sobrada razón, señalar en Victoria de los Ángeles su “elegancia de estilo”, su “fraseo excepcional”, su “dicción clara y limpia”, la “belleza de su voz”, la “pureza de su timbre”, la “facilidad de su técnica”, el famoso vellutato, e incluso algunos críticos... mejores han podido entrever, entreoír, intuir… eso que hay, decididamente, en su canto, de tan singular, de tan inefable. Pero ahí se detiene todo. Porque a la crítica–no sólo a la crítica de música, sino a la de cualquiera otra de las artes– no se le ocurre nunca pensar en el... espíritu, y mucho menos, claro está, en el... alma. Pero esos dos misterios existen. Es decir, casi no existe más que eso verdaderamente.
El día en que le oyera la Manon de Massenet pude darme cuenta de que Victoria no es, simplemente, una gran cantante –aunque, claro, también lo es–, sino algo más,mucho más, o sea: un gran espíritu. Conforme avanzaba esta ópera, me atreveré a decir, finamente dulzona,me di cuenta de que Victoria, sin falsearla, sin retocarla lo más mínimo, iba, diríamos, elevándola, no haciéndola otra, sino subiéndola hasta sí misma, hasta la ópera misma que no había logrado ser, pero que estaba allí como agazapada, como escondida. Me di cuenta de que Victoria había llegado, con el sentimiento –no con un sentimiento... sentimental, sino musical, estrictamente musical–, al centro de una ópera más bien modesta, aunque inspirada, y había encontrado en su dentro a un músico tan sensible, o más que Massenet, pero sobre todo, mucho más fuerte. Había visto, sentido, que en Massenet dormía Debussy, y Victoria lo había despertado. Lo había evidenciado, como sin querer. Todo esto no es todo, pero no quiero adelantarte cosas que no están completamente decididas. Sigo, pues, trabajando. En cuanto a eso de procurar ser o hacerme más... comprensible, no pienso dar ni un paso, y no por una terquedad que sería estúpida por mi parte, sino porque no tiene ningún sentido eso de “hacerse comprender”–en realidad, comprender es una cuestión del otro–; debemos, eso sí, expresarnos con la mayor claridad posible, pero no hacernos comprender, ya que entonces nos pasamos peligrosamente al terreno ajeno del vecino, o sea, nos alejamos de nosotros, nos falseamos».
La relación entre ambos creadores se pone de manifiesto en esta muestra donde el Museo Ramón Gaya se suma a la celebración del centenario de la cantante, mostrando los homenajes y retratos que le hizo, así como algunas fotografías de la visita de Victoria de los Ángeles al Museo en 1994.
 

EXPOSICIONES

Ramón Gaya en la colección Raimundo González Frutos | Sala temporal |
Ramón Gaya en los fondos del Museo | Sala Velázquez |
La maleta de Azorín. Fundación Mediterráneo| Sala María Zambrano |
Ramón Gaya. Eduardo Rosales el último gran pintor | 3ª planta |
De pintor a pintor. El brazo de la Pintura. Rosales/Gaya | 3ª planta |
Centenario Victoria de los Ángeles (1923-2023) | 2ª planta colección permanente |
Inéditos: ‘Homenaje a Lu Chi. Siglo XV’, 1979. Ramón Gaya | Sala temporal |
Colección permanente del Museo

 

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